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«...Y si vengo a pregonarte es porque estoy loco por ti sin saber quien eres»

«...Y si vengo a pregonarte es porque estoy loco por ti sin saber quien eres»

Decía de antemano que iba a ser un pregón «Barbeitiano» . Y así fue. Nadie puede llamarse a engaño, un pregón escrito para él mismo pero para que lo escuchara Sevilla. En el que quería ser él mismo, ser sincero, sin afectación. Y lo ha cumplido.

Antonio García Barbeito entreabrió la puerta de la Semana Santa de 2010 con una composición diferente, atípica, lleno de sugerencias y estampas , que, sin duda, marca un punto de inflexión en los pregones conocidos y las disertaciones cofradieras al uso.

Literatura, sin caer en la intención teológica , sin quedarse en las meras formas poéticas efectivistas y huyendo de convertir las palabras en un nomenclator de la imaginería devocional de la ciudad, fue lo que lanzó Barbeito desde el atril del teatro de la Maestranza. Vivencias y reflexiones personales, algún gracejo, pero todo ello sin poner énfasis en determinados párrafos ni buscar la complicidad del público ante alguna emoción. O lo que es lo mismo, sin dar tregua que significara buscar el aplauso fácil, o el difícil. Sin ampulosidad y sin declamar, sin diferenciar prosa de verso, Barbeito dijo su pregón, de principio a fin en una hora y diez minutos , sin detenerse y fijar su mirada en el público esperando respuesta a la complicidad, a la frase bien construida, o al verso conmovedor.

El comienzo

Le expectación ya se acabó ayer y las expectativas de críticos y afines, que llenaban el teatro, también. Porque en el Maestranza estaban los que tenían que estar, desde el arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, hasta el alcalde, Alfredo Sánchez Monteseirín, en una de sus más que probables últimas apariciones públicas en frac, pasando por el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Adolfo Arenas, quien había apostado fuertemente por este pregonero , y la delegada de Fiestas Mayores, Rosamar Prieto-Castro, quien hizo un minipregón presentando a Barbeito y anunció que el escritor y articulista iba a decirle a Sevilla «lo que siente, lo que presiente, lo que opina y lo que cree».

Así, el «homo novus» , título con el que la delegada bautizó a Barbeito y que él recogió con agrado, comenzó su pregón, titulado «El tiempo de la luz» . Y resulta que a Antonio García Barbeito le sonaba la semana de Dios desde la misma víspera y desde el mismo momento en que llegó una Madrugada desde Aznalcázar en el ferrobús de las nueve. Ahí se encontró por primera vez con esa Sevilla a la que durante el todo el pregón llamó «muchacha».

El pregonero. que dijo haberse reencontrado con Cristo mientras escribía y pensaba sus palabras para el pregón, no nombró en sus advocaciones a ninguna hermandad, a ningún nazareno, a ningún crucificado, a ninguna dolorosa, pero los sugirió a todos en su pregón entre líneas. Sorprendió y había quien se decía a la salida del teatro: «No ha nombrado ni al Gran Poder», pero sí estaba allí.

Su «pasocristo»

«¿Qué dirás de la mía?», se preguntó recogiendo la inquisición de la calle durante estos meses y entre todas sus respuestas, la más emocionante, la dedicada a su padre:«Mi pasión más dura está allí, en aquel Miércoles Santo que se adelantó Viernes, cuando un sayón de guardia con bata blanca y fonendoscopio leyó la sentencia: “No llegará al mediodía”. Y lo trajimos envuelto en una sábana donde ya empezaba a dormirse la muerte. ¡Esa es la mía! ese es el pasocristo más mío de toda mi vida».

Cantó Antonio García Barbeito a Sevilla, la que «interpretan» sus hijos , a la que llegó «a tratar de medio aprobar el examen de la calle, que la calle es tu casa más celebrada. Y si vengo a pregonarte, es porque, como le dice el poeta a su amada en el principio de ir descubriendo: “estoy loco por ti..., sin saber todavía quien eres». La línea de esa declaración de quien no ha nacido en Sevilla siguió marcando al pregonero, sin infancia por esas calles, sin estar «entre tus niños del Domingo de Ramos», sin «túnica colgada en el ropero», sin saetas, golpes de martillo o mecidas del palio, porque dijo que seguía aquí «aprendiendo».

«Lo que en ti veo»

«Yo no vengo a cantarte lo que tú cantas mejor que nadie»... porque aun nombrándolos, Barbeito no iba a hablar de palios, calvarios, mecidas, varales, calles estrechas, plata, candelerías, saetas... «vengo a cantar lo que en ti veo».

Entre sus palabras estaban el campo, la hierba, el sol, la lluvia, el grano, el poleo, la sequía, el olivo, las palmas, el romero, la juncia, las uvas, las espigas, Aznalcázar, con su nazareno y sus dos crucificados, donde empezó a aprender la devoción de los suyos y a conocer a ese «Dios con domicilio, con consulta en la tierra», ese «Dios agrario» , el que el pregonero busca todos los días, entre sus dudas y sus preguntas, cuando dice hablarle «con otra palabra, porque lo necesito, porque necesito llegar con él a acuerdos muy humanos, sin perderle la cara a su Divinidad».

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